El ser humano consume miel desde hace muchísimo tiempo.
Este producto natural se ha utilizado como medicamento desde la antigüedad, por su alto valor nutritivo y terapéutico.
Durante siglos, la miel de abeja fue considerada un alimento beneficioso para los bebés en muchas culturas.
En la Biblia y en la medicina tradicional, se utilizaba para fortalecer a los recién nacidos. En la década de 1930, médicos en Estados Unidos y Finlandia la defendían como un alimento más fácil de digerir que el azúcar refinado. Y durante la Gran Depresión, se usó para recuperar bebés desnutridos.
Pero desde hace unas pocas décadas, su consumo se desaconseja en bebés al menos hasta que cumplan su primer año de vida.
¿A qué se debe este drástico cambio?
La recomendación de evitar el consumo de miel en niños menores de 1 año —y, en ocasiones, hasta los 2 años— se basa principalmente en la prevención del botulismo infantil, una enfermedad provocada por la bacteria Clostridium botulinum.
Esta bacteria produce esporas que, al ser ingeridas por bebés con un sistema digestivo inmaduro, pueden germinar en el intestino y liberar toxinas peligrosas que bloquean la transmisión de los impulsos nerviosos, causando debilidad muscular, parálisis y, en los casos más graves, dificultad para respirar.
En los últimos años, ha crecido el interés por los beneficios de la miel para tratar de forma natural la gastroenteritis o enfermedades respiratorias en pediatría, y algunos investigadores cuestionan estas advertencias de no alimentar al bebé con miel tildándolas incluso de «ridículas».
¿Puede un alimento natural que nos ha acompañado a lo largo de la existencia como seres humanos ser perjudicial? ¿Es mala realmente la miel en bebés? ¿Y en mujeres embarazadas?
Lo analizamos a fondo y respondemos a estas cuestiones.

El origen de la restricción en bebés
La palabra botulismo proviene del latín botulus, que significa «embutido», en referencia a los primeros casos documentados de la enfermedad que estaban asociados al consumo de embutidos mal conservados y contaminados con toxina botulínica.
La historia del botulismo infantil, en particular, es relativamente reciente.
En la década de 1970 se detectaron los primeros casos de botulismo infantil en EE. UU. (referencia, ref.).
En 1976, un estudio publicado en The Journal of Pediatrics estableció una relación entre el consumo de miel y esta enfermedad.
Durante la década de los 80, investigaciones lideradas por los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés) confirmaron que la miel de abeja podía contener esporas de C. botulinum, representando un riesgo para los bebés.
Todo ello llevó a la recomendación oficial de evitar su consumo en menores de 12 meses.
Desde entonces, algunas empresas estadounidenses y en el Reino Unido han incorporado en el etiquetado de sus envases la advertencia de que la miel no es apta para niños menores de un año.
¿Por qué algunas recomendaciones se extienden hasta los 2 años?
Aunque la mayoría de los estudios indican que el riesgo es significativo únicamente en bebés de menos de 12 meses, algunas organizaciones extienden la restricción hasta los 2 años como medida de precaución.
¿Una advertencia generalizada y alarmista? El artículo que reabre el debate
El su artículo Honey, I poisoned the kids (Cariño, envenené a los niños), publicado en The Guardian en 2005, Bee Wilson cuestiona la advertencia oficial contra el consumo de miel en bebés menores de un año, calificándola de exagerada y, en parte, infundada.
Bee —por cierto, seudónimo que significa «abeja» en inglés— es autora del libro The Hive: The Story of the Honeybee and Us (La Colmena: La historia de la abeja y nosotros).
En el Reino Unido, casi todos los envases de miel de abeja llevan la advertencia «No apto para menores de 12 meses», sin explicar el motivo. Y la Agencia de Normas Alimentarias refuerza esta prohibición, generando un temor entre los padres que, según Wilson, exagera el riesgo real.
«La advertencia hace que el peligro parezca mucho mayor de lo que es», sostiene la autora. De hecho, relata el caso de un padre que sufrió un ataque de pánico tras darle accidentalmente a su hija de 11 meses un batido con una pizca de miel.
El diagnóstico del botulismo infantil, por otro lado, puede ser complicado debido a la variedad de síntomas que presenta, entre ellos:
- estreñimiento;
- debilidad general;
- párpados caídos o entrecerrados;
- dificultad respiratoria, y
- succión y llanto debilitados.
Aunque tanto el botulismo infantil como el adulto son causados por las mismas esporas de C. botulinum, sus efectos son muy diferentes. El botulismo adulto puede ser grave e incluso mortal en muchos casos; el infantil, aunque serio, tiene una tasa de mortalidad baja (1,3 %).
Para la investigadora e historiadora gastronómica, las restricciones parecen «excesivamente cautelosas» por tres razones clave:
- La mayoría de los casos ocurren en bebés menores de 6 meses, con intestinos inmaduros, quienes, en teoría, durante ese primer semestre de vida se alimentan solo de leche —ya sea materna o de fórmula— y no de miel.
- En el Reino Unido, solo ha habido seis casos de botulismo infantil, ninguno vinculado a miel británica.
- En EE. UU., apenas el 10-13 % de las muestras de miel analizadas contenían esporas de botulismo.
¿Conclusión?
Wilson considera que la advertencia sobre la miel es desproporcionada y poco fundamentada, sobre todo si se compara con la permisividad respecto a otros alimentos poco saludables que se dan a los bebés. «Hay algo un poco disparatado en la advertencia general contra la miel como alimento para bebés en un mundo que no ve nada malo en alimentarlos con bizcochos llenos de aceite vegetal y yogures azucarados».
Y señala la ironía de cómo esta pasó de ser un símbolo de salud y protección a ser vista como un peligro mortal.
Miel de abeja, ¿la verdadera culpable?
Las esporas de Clostridium botulinum se encuentran ampliamente, en grandes cantidades, en la naturaleza.
En 1978, un estudio en California encontró esporas de C. botulinum en la miel, la tierra o suelo y el polvo.
Y dado que el suelo no puede llevar etiquetas de advertencia, la restricción se centró en la miel, el único factor controlable.
Por esta razón, muchos investigadores destacan la influencia del entorno en la exposición del niño a estas esporas.
El contacto con polvo o tierra supone un factor de riesgo, sobre todo en zonas rurales donde se desarrollan actividades agrícolas y ganaderas, así como en áreas urbanas con obras de construcción o rehabilitación que impliquen movimiento de tierras.
El informe sobre el botulismo infantil elaborado en 2011 por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) señala:
De todos los posibles alimentos que se han tratado de vincular con el botulismo infantil (miel, jarabe de maíz, preparados deshidratados para lactantes, cereales e infusiones de especies vegetales), la miel es el que aparece con mayor frecuencia como responsable en los casos en los que se logra identificar la fuente. No obstante, en la mayoría de las ocasiones no es posible esclarecer el origen de las esporas responsables de la enfermedad.
Las esporas presentes en el polvo pueden ser inhaladas directamente por el niño y llegar a su tracto intestinal, o bien ser ingeridas al entrar en contacto con objetos contaminados mientras gatea o explora su entorno.
En este sentido, el informe de la AESAN recomienda que, al investigar casos de botulismo infantil, se analicen no solo los alimentos sospechosos sino también muestras de polvo del hogar en las aspiradoras domésticas, tierra de macetas o suciedad acumulada en el entorno del niño.

La miel como alimento infantil
Los protocolos de la Asociación Española de Pediatría sobre Alimentación del lactante sano (ver pdf aquí) apuntan que las llamadas leches de continuación, para bebés a partir de los 6 meses de edad, «pueden contener sacarosa, fructosa y miel».
Y, sin embargo, no las desaconseja.
Sea como fuere, las propiedades terapéuticas y los beneficios de la miel natural están ahí.
Un estudio científico de 2007 confirmó que unas cucharadas de miel de abeja pueden ser tan efectivas como el dextrometorfano, compuesto presente en algunos jarabes para la tos. Los resultados indicaron que la miel mejoró notablemente la frecuencia y gravedad de la tos, así como la calidad del sueño tanto de los pequeños como de sus padres (detalle en el blog).
También es reconocida por la OMS como un posible tratamiento para síntomas comunes en niños, como náuseas y resfriados, considerándola un demulcente (sustancia viscosa con acción protectora local) económico, popular y seguro.
Además, la investigación* destaca estos otros beneficios terapéuticos de la miel de abejas aplicables en pediatría:
- Tónico multivitamínico: Es considerada un alimento nutritivo y seguro para los niños, aportando vitaminas, minerales y antioxidantes que contribuyen al crecimiento y desarrollo saludables.
- Propiedades antibacterianas, antivirales y antifúngicas: La miel contiene peróxido de hidrógeno y otros compuestos que inhiben el crecimiento de bacterias, virus y hongos. Esto hace que sea útil en la cicatrización de heridas y la prevención de infecciones en niños.
- Gastroenteritis infantil: Acorta la duración de la diarrea bacteriana y, de acuerdo con este estudio clínico realizado en los 80, puede utilizarse con seguridad en lactantes y niños con gastroenteritis.
- Beneficios para el asma: El consumo diario de miel —y de própolis— puede ser beneficioso para personas asmáticas, ayudando a aliviar síntomas respiratorios. Mejor aún si se combinan ambos productos de la colmena (detalle).

Mujeres embarazadas y productos apícolas
En cuanto a las embarazadas, algunos profesionales de la salud aconsejan evitar el consumo de miel cruda y ciertos productos apícolas (como el propóleo y la jalea real) por posibles contaminantes y efectos hormonales.
Sin embargo, no hay evidencia clara de que la miel de abeja sea peligrosa para ellas.
En resumen…
La miel de abeja natural ha sido un alimento valorado durante siglos, tanto por su valor nutricional como por sus propiedades medicinales. En cambio, desde hace unas décadas, su consumo se desaconseja en bebés menores de 12 meses debido al riesgo de botulismo infantil, provocado por la bacteria Clostridium botulinum.
A pesar de la recomendación oficial, algunos expertos consideran que esta advertencia es excesiva, ya que la incidencia del botulismo infantil es muy baja y las esporas de la bacteria están presentes en el ambiente, no solo en la miel.
De hecho, muchos estudios destacan los beneficios de la miel en pediatría, como su acción antibacteriana, su capacidad para aliviar la tos y su potencial en el tratamiento de la gastroenteritis infantil.
La miel de las abejas «no solo representa un remedio casero, sino que es una herramienta realmente útil en diferentes ámbitos clínicos, incluida la práctica pediátrica»**.
En cuanto a las mujeres embarazadas, aunque algunos especialistas sugieren evitar la miel cruda y otros productos apícolas por precaución, no existen pruebas concluyentes de que su consumo sea perjudicial.
Wilson menciona en su artículo un caso de botulismo infantil de 2001 (el último registrado hasta ese momento) en el que la responsable fue la leche de fórmula contaminada. Además, algunos estudios sugieren que el riesgo asociado a la miel podría estar relacionado con productos adulterados, contaminados o de baja calidad.
Por ello, es fundamental asegurarse de que la miel sea pura, sin adulterar y 100 % natural (sin aditivos). Y también de que lo sean los otros productos apícolas de los que se acompañe, como polen, jalea real y própolis.
Por Elisabeth Lahoz
«Resulta irónico que la miel no sea apta para bebés, dado que durante la mayor parte de la historia de la humanidad, se consideró el alimento más adecuado para los recién nacidos, después de la leche. Como dice Isaías 7: “He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel. Comerá mantequilla y miel, para que sepa desechar lo malo y escoger lo bueno”».
B. Wilson, The Guardian.
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*Kumar, K. S., Bhowmik, D., Biswajit, C., & Chandira, M. R. (2010). Medicinal uses and health benefits of honey: an overview (Usos medicinales y beneficios para la salud de la miel: una descripción general). J. Chem. Pharm. Res, 2(1), 385-395. https://www.renevanmaarsseveen.nl/wp-content/uploads/overig4/Medical%20use%20and%20health%20benefits%20of%20honey%20-%20J.%20Chem.%20Pharm.%20Res.,2010,%202(1)%20385-395.pdf.
**Pecoraro, L., Flore, A. I., Dalle Carbonare, L., Piacentini, G., & Pietrobelli, A. (2021). Honey and children: only a grandma’s panacea or a real useful tool? (Miel y niños: ¿la panacea de las abuelas o una auténtica herramienta útil?). International Journal of Food Sciences and Nutrition, 72(3), 300-307. https://www.tandfonline.com/doi/abs/10.1080/09637486.2020.1811958.